Por lo visto hemos tenido mal tiempo esta noche, yo no me he enterado: estaría durmiendo como un ceporro. Dormido hasta que sonó el despertador con el tiempo justo para vestirme y desembarcar en Havøysund un pueblito pequeño, vista la veintena de palés de bacalao que había en el puerto esperando a que las lleven a Ålesund (por lo que ponía en los carteles) seguramente sea un pueblo pesquero.
No me he podido resistir, he repetido en la “artic pool”, en el jacuzzi de cubierta. Y la experiencia a la luz del sol no desmerece a la experiencia nocturna, por que puedes ir contemplando el paisaje, viendo la costa totalmente nevada mientras tu tomas un agradable y calentito baño de burbujas, verte rodeado de acantilados y montañas.
La siguiente parada ha sido Honningsvåg, el punto de partida para las excursiones al cabo norte. Si os soy sincero cuando llegué a Noruega me propuse verlo, pero ahora que he tenido la oportunidad he pasado, no sólo por los más de 8o € que me costaba ir, ni porque en las guías turísticas que he consultado digan que no merece la pena; no he ido por que el cabo norte no es el que está más al norte de Europa, lo primero, está en una isla, no en el continente e islas hay muchas que están más al norte que el cabo, las Svalvard sin salir de Noruega, por ejemplo, además en la misma isla, Knivskjellodden está más al norte y el punto más septentrional del continente, Nordkyn, lo pasaremos en una hora aproximadamente. Cómo tenía tres horas por delante, en lo que los que habían pagado por ir al cabo iban, lo veían y volvían, y Honningsvåg no es lo que se dice especialmente grande me ha dado tiempo a pasear y recorrer toda la población, a comprar algo de comida y me ha sobrado tiempo para volver al barco y comer antes de zarpar. Lo mejor ha sido el paseito por la playa rocosa y dar varios resbalones, tanto en el hielo como en las piedras húmedas, y no haberme caído.
Mientras zarpábamos llamaron a mi puerta las camareras para limpiar la habitación; he ido a dar una vuelta por el barco mientras las dejaba la habitación despejada. Un hombre, con el que ya me había cruzado un par de veces y que me vio en alguna sala con el portátil me saludo y me pregunto si no llevaba hoy el ordenador... A partir de ahí hemos empezado a hablar un poco de todo, de Gibraltar (él es británico) y las Malvinas, de turismo, de todo un poco... Hemos hablado en inglés y en español, creo que habla más o menos francés, alemán y español.
Poco antes de llegar a Kjolefjord hemos navegado junto al que dicen que es el perfil montañoso más bonito de Noruega: Finnkjerka ¿Más bonito que mis Syv søstre? ¡Anda ya! Era bonito la verdad, no tenía la cámara a mano así que os fastidiáis. A parte de la montaña lo que tenía, y le daba la singularidad que le podía hacer merecedora de tal título, eran unos farallones bastante escarpados.
Una media hora después de doblar el Nordkyn (71º 08’ N) hemos llegado a otro pueblito Mehamn, todos los puertos a los que arribamos hoy, menos Honnigsvåg, son paradas de quince minutos, media hora lo justo para cargar y descargar mercancías y pasajeros y zarpar de nuevo. Tampoco parecen tener un atractivo especial, ni las anteriores ni Berlevåg, la última parada del día.
Por la noche, hacia las 22.oo, volví a cubierta a despedirme del jacuzzi. ¡Y qué despedida! Justo lo que quería: viendo la aurora boreal metido en ese liquido amniótico que ha sido para mí el agua: que a gusto se queda uno, de verdad, entre la calidez del agua y el brusco contraste de estar casi desnudo a varios grados bajo cero que te reactiva de golpe, es cómo nacer, te deja nuevo.
No me he podido resistir, he repetido en la “artic pool”, en el jacuzzi de cubierta. Y la experiencia a la luz del sol no desmerece a la experiencia nocturna, por que puedes ir contemplando el paisaje, viendo la costa totalmente nevada mientras tu tomas un agradable y calentito baño de burbujas, verte rodeado de acantilados y montañas.
La siguiente parada ha sido Honningsvåg, el punto de partida para las excursiones al cabo norte. Si os soy sincero cuando llegué a Noruega me propuse verlo, pero ahora que he tenido la oportunidad he pasado, no sólo por los más de 8o € que me costaba ir, ni porque en las guías turísticas que he consultado digan que no merece la pena; no he ido por que el cabo norte no es el que está más al norte de Europa, lo primero, está en una isla, no en el continente e islas hay muchas que están más al norte que el cabo, las Svalvard sin salir de Noruega, por ejemplo, además en la misma isla, Knivskjellodden está más al norte y el punto más septentrional del continente, Nordkyn, lo pasaremos en una hora aproximadamente. Cómo tenía tres horas por delante, en lo que los que habían pagado por ir al cabo iban, lo veían y volvían, y Honningsvåg no es lo que se dice especialmente grande me ha dado tiempo a pasear y recorrer toda la población, a comprar algo de comida y me ha sobrado tiempo para volver al barco y comer antes de zarpar. Lo mejor ha sido el paseito por la playa rocosa y dar varios resbalones, tanto en el hielo como en las piedras húmedas, y no haberme caído.
Mientras zarpábamos llamaron a mi puerta las camareras para limpiar la habitación; he ido a dar una vuelta por el barco mientras las dejaba la habitación despejada. Un hombre, con el que ya me había cruzado un par de veces y que me vio en alguna sala con el portátil me saludo y me pregunto si no llevaba hoy el ordenador... A partir de ahí hemos empezado a hablar un poco de todo, de Gibraltar (él es británico) y las Malvinas, de turismo, de todo un poco... Hemos hablado en inglés y en español, creo que habla más o menos francés, alemán y español.
Poco antes de llegar a Kjolefjord hemos navegado junto al que dicen que es el perfil montañoso más bonito de Noruega: Finnkjerka ¿Más bonito que mis Syv søstre? ¡Anda ya! Era bonito la verdad, no tenía la cámara a mano así que os fastidiáis. A parte de la montaña lo que tenía, y le daba la singularidad que le podía hacer merecedora de tal título, eran unos farallones bastante escarpados.
Una media hora después de doblar el Nordkyn (71º 08’ N) hemos llegado a otro pueblito Mehamn, todos los puertos a los que arribamos hoy, menos Honnigsvåg, son paradas de quince minutos, media hora lo justo para cargar y descargar mercancías y pasajeros y zarpar de nuevo. Tampoco parecen tener un atractivo especial, ni las anteriores ni Berlevåg, la última parada del día.
Por la noche, hacia las 22.oo, volví a cubierta a despedirme del jacuzzi. ¡Y qué despedida! Justo lo que quería: viendo la aurora boreal metido en ese liquido amniótico que ha sido para mí el agua: que a gusto se queda uno, de verdad, entre la calidez del agua y el brusco contraste de estar casi desnudo a varios grados bajo cero que te reactiva de golpe, es cómo nacer, te deja nuevo.
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