La noche transcurrió sin que ninguna bestia abisal arrastrase nuestro barco a las profundidades, ni siquiera en sueños y eso que yo estaba más que predispuesto y deseoso de tener felices pesadillas. ¿Dónde se mete Kraken cuando lo necesitas?
El despertador ha sonado a las o7.45, quince minutos antes de que zarpáramos de Harstad, el último puerto de las Vesterålen. Me he levantado tan pronto porque al salir de este puerto se puede ver la iglesia de piedra medieval, de 125o, más septentrional de Noruega: Trondenes. Verse se ve, creo, pero vamos que si me hubiera quedado en la cama no me habría perdido demasiado: yo me imaginaba una iglesia con su campanario, en una roca azotada por las olas... En fin, era un edificio normal, no llamaba la atención, supongo que estará restaurada y más que restaurada por que no daba aspecto de antigua. No le hice foto, pero ya que estoy hablando de ella os buscaré alguna en internet para que lo veáis por vosotros mismos.
La segunda parada del día ha sido Finnsnes, parada cortita de tan sólo media hora. Tiempo suficiente para ir al centro, buscar un cajero y comprobar, aliviado, que me deja sacar pelas. Llevaba tres días con la tarjeta dándome problemas, sin poder pagar ni sacar, y tan sólo llevaba encima 312 coronas y tengo que pagar la noche que paso en Kirkenes lo que me dejaba doce coronas (1’5o €) para la comida de siete días y sin la posibilidad de hacer una excursión en trineo que tengo pensada. Llevaba más dinero, pero al no poder pagar el viaje con la tarjeta tuve que hacerlo en efectivo quedándome pelado. Afortunadamente pude sacar dinero: ni me voy a morir de hambre ni me voy a perder el viajecito por la tundra en trineo.
Tras comer algo rápido a bordo he desembarcado en Tromsø a eso de las 14.3o y tras comprar pilas para la cámara de fotos me he ido a Polaria: es cutre, soso, pobre... pero tiene cuatro focas que son una gozada; sólo me acuerdo del nombre de dos Aurora y Bella. Verlas nadar y jugar, cómo obedecían las ordenes de sus cuidadores... era muy divertido y los animales son preciosos. Pero verlas ahí encerradas en un tanque de cristal con hielo de fibra de vidrio daba pena. Al ver su piel brillante recordé que ayer, en la tienda del barco mientras sostenía un monedero leí que era piel de foca, la dejé en su sitio horrorizado.
Pero llevo un tiempo pensando de nuevo en el tema de la carne cómo alimento. Os ahorro todas las divagaciones y las comeduras de tarro... Os las ahorro, entre otras cosas, por que aún no he llegado a una conclusión que me convenza. Pero, amenazo, podría dedicarle una entrada próximamente, a ver si entre todos pensamos mejor.
Tromsø es conocida cómo “el París del norte” supuestamente por la vidilla cultural y nocturna que debe tener. Es ciudad universitaria y esas cosas siempre se notan.
A parte de Polaria (en la que, por cierto no vi la otra atracción fuerte además de las focas: una sala de cine con una pantalla enorme v semicircular en la que proyectan un documental sobre las Svalvard) no vi mucho más, pasear por la ciudad, cruzar el puente de un kilometro, la catedral ártica (por fuera, por dentro hay que pagar... Iba a hacerlo, pero mirando a través de los ventanales pude ver el interior y, sinceramente, no merecía la pena pagar nada para echarle un segundo vistazo.) Me quedé con ganas de ver una cervecería, es decir una fábrica de cerveza, pero creo que costaba unos 16€ y, aún cuando incluían, una pinta en el precio, no está la cartera para demasiados trotes; haré el Homer en otra ocasión.
Lo mejor del día, sin duda, ha sido a bordo. He descubierto el paraíso y no es una nube con angelitos tocando el arpa, es un jacuzzi de agua caliente en la cubierta del noveno piso del barco. ¡Qué gozada! Salir del barco en bañador, pisando la nieve, y meterte en un baño caliente, mmmmmmmmmmm... Lo he hecho a las 21.oo, de noche, nevando, es una sensación realmente estupenda; lo malo eran las orejas, que quedaban fuera del agua y hacía frío. Incluso salir del calor del agua al frío del aire, de un fuerte viento que te envuelve en nieve, es, sorprendentemente, agradable. Tras unos 4o minutos en el agua me he ido a la sauna, a purificarme a base de sudar y tras la sauna una duchita de agua fría. Suave, me he quedado muy suave, con una sensación de ligereza y de bienestar increíble y con la piel que da gusto.
Mañana repito. Mañana repito dos veces, por lo menos. Sería genial que estuviera el cielo despejado, estar ahí metido mientras ves la Aurora Boreal debe ser una pasada. Quería subir un rato después de cenar y de la breve parada en Skjervøy pero entre que hace una tormenta horrible y que sólo podría haber estado quince minutos (lo cierran a las oo.oo) decidí quedarme en el camarote para contaros todo esto y para verme una peliculilla de Dario Argento. Contado todo lo que tenía que contar, paso, con vuestro permiso, a ver la peli.
El despertador ha sonado a las o7.45, quince minutos antes de que zarpáramos de Harstad, el último puerto de las Vesterålen. Me he levantado tan pronto porque al salir de este puerto se puede ver la iglesia de piedra medieval, de 125o, más septentrional de Noruega: Trondenes. Verse se ve, creo, pero vamos que si me hubiera quedado en la cama no me habría perdido demasiado: yo me imaginaba una iglesia con su campanario, en una roca azotada por las olas... En fin, era un edificio normal, no llamaba la atención, supongo que estará restaurada y más que restaurada por que no daba aspecto de antigua. No le hice foto, pero ya que estoy hablando de ella os buscaré alguna en internet para que lo veáis por vosotros mismos.
La segunda parada del día ha sido Finnsnes, parada cortita de tan sólo media hora. Tiempo suficiente para ir al centro, buscar un cajero y comprobar, aliviado, que me deja sacar pelas. Llevaba tres días con la tarjeta dándome problemas, sin poder pagar ni sacar, y tan sólo llevaba encima 312 coronas y tengo que pagar la noche que paso en Kirkenes lo que me dejaba doce coronas (1’5o €) para la comida de siete días y sin la posibilidad de hacer una excursión en trineo que tengo pensada. Llevaba más dinero, pero al no poder pagar el viaje con la tarjeta tuve que hacerlo en efectivo quedándome pelado. Afortunadamente pude sacar dinero: ni me voy a morir de hambre ni me voy a perder el viajecito por la tundra en trineo.
Tras comer algo rápido a bordo he desembarcado en Tromsø a eso de las 14.3o y tras comprar pilas para la cámara de fotos me he ido a Polaria: es cutre, soso, pobre... pero tiene cuatro focas que son una gozada; sólo me acuerdo del nombre de dos Aurora y Bella. Verlas nadar y jugar, cómo obedecían las ordenes de sus cuidadores... era muy divertido y los animales son preciosos. Pero verlas ahí encerradas en un tanque de cristal con hielo de fibra de vidrio daba pena. Al ver su piel brillante recordé que ayer, en la tienda del barco mientras sostenía un monedero leí que era piel de foca, la dejé en su sitio horrorizado.
Pero llevo un tiempo pensando de nuevo en el tema de la carne cómo alimento. Os ahorro todas las divagaciones y las comeduras de tarro... Os las ahorro, entre otras cosas, por que aún no he llegado a una conclusión que me convenza. Pero, amenazo, podría dedicarle una entrada próximamente, a ver si entre todos pensamos mejor.
Tromsø es conocida cómo “el París del norte” supuestamente por la vidilla cultural y nocturna que debe tener. Es ciudad universitaria y esas cosas siempre se notan.
A parte de Polaria (en la que, por cierto no vi la otra atracción fuerte además de las focas: una sala de cine con una pantalla enorme v semicircular en la que proyectan un documental sobre las Svalvard) no vi mucho más, pasear por la ciudad, cruzar el puente de un kilometro, la catedral ártica (por fuera, por dentro hay que pagar... Iba a hacerlo, pero mirando a través de los ventanales pude ver el interior y, sinceramente, no merecía la pena pagar nada para echarle un segundo vistazo.) Me quedé con ganas de ver una cervecería, es decir una fábrica de cerveza, pero creo que costaba unos 16€ y, aún cuando incluían, una pinta en el precio, no está la cartera para demasiados trotes; haré el Homer en otra ocasión.
Lo mejor del día, sin duda, ha sido a bordo. He descubierto el paraíso y no es una nube con angelitos tocando el arpa, es un jacuzzi de agua caliente en la cubierta del noveno piso del barco. ¡Qué gozada! Salir del barco en bañador, pisando la nieve, y meterte en un baño caliente, mmmmmmmmmmm... Lo he hecho a las 21.oo, de noche, nevando, es una sensación realmente estupenda; lo malo eran las orejas, que quedaban fuera del agua y hacía frío. Incluso salir del calor del agua al frío del aire, de un fuerte viento que te envuelve en nieve, es, sorprendentemente, agradable. Tras unos 4o minutos en el agua me he ido a la sauna, a purificarme a base de sudar y tras la sauna una duchita de agua fría. Suave, me he quedado muy suave, con una sensación de ligereza y de bienestar increíble y con la piel que da gusto.
Mañana repito. Mañana repito dos veces, por lo menos. Sería genial que estuviera el cielo despejado, estar ahí metido mientras ves la Aurora Boreal debe ser una pasada. Quería subir un rato después de cenar y de la breve parada en Skjervøy pero entre que hace una tormenta horrible y que sólo podría haber estado quince minutos (lo cierran a las oo.oo) decidí quedarme en el camarote para contaros todo esto y para verme una peliculilla de Dario Argento. Contado todo lo que tenía que contar, paso, con vuestro permiso, a ver la peli.
3 comentarios:
Jo, no me extraña que te horrorizara lo de "piel de foca", pero ¿y entonces las cazadoras de piel en España?
Por cierto que yo no tengo ninguna...
la piel aun mas suave? hummmmmmmmm ;-)
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