8.4.07

Día 1

Son las 1o.33 del 1 de abril (¡Felicidades Gemi!) y estamos camino de Bodø. Embarqué en el MS Trollfjord a las o4.oo y justo cuando acabé de colocar la ropa en el armario del camarote y probar la tele (uno de los canales es una cámara colocada en la proa del barco, supongo que en el puente de mando) zarpamos. Teniendo en cuenta las horas que eran, y que la noche anterior apenas había dormido me quedé sopa con relativa facilidad. Los sueños fueron raros, inquietos, no los recuerdo pero sé que tenían que ver con el barco (creo que también con la tarjeta de crédito, que no me funcionó a la hora de pagar...). Di muchas vueltas y me desperté un par de veces con la ropa de cama por los suelos. Pese a todo me he levantado descansado. Lo he hecho al tiempo que arribábamos a Ørnes hacia las o9.15. No he bajado a tierra porque la parada era sólo de unos minutos. Por lo que he podido ver desde los ventanales del barco, mientras lo exploraba, era una ciudad pequeña (ciudad en el más noruego de los sentidos) probablemente dedicada a la pesca.

Es una pena que el tiempo esté como está: neblinoso, con lluvia... Noruega es así.
A mediodía hemos llegado a Bodø, algo más ciudad pero bastante fea. Tras pasear por el centro, ver la catedral, el monumento a la morsa (le tendría que haber hecho una foto...), un centro comercial y lo vacía y muerta que está una ciudad noruega un domingo a la 13.oo iba echando pestes sobre lo fea que era y la carencia total de ningún encanto cuando me encontré con Rensåsen: una colina en medio de la ciudad desde la que había unas vistas estupendas a las montañas más próximas, vistas a las que mi foto, cómo veis, no hace justicia.
(Catedral de Bodø)

Cerca de Bodø (a unos 3o km.) está el Saltstraumen en un estrecho paso que conecta los fiordos de Salten y Skjerstad. Con los movimientos de la marea grandes cantidades de agua (dicen que 4oo millones de metros cúbicos) se ven obligados a pasar por un canal de tres kilómetros y de sólo unos 15o metros de anchura: las fuertes corrientes que se forman originan remolinos, maelstroms, de hecho el ¿celebre? cuento de Poe Un descenso por el Maelstrom parece estar localizado en esta zona. Desde que vine quiero verlo, planeé una excursión de un fin de semana para verlo que al final no salió. Ahora tampoco he podido por falta de tiempo y por que no sabía si en el rato del que disponía se formarían el maelstrom o no (se puede consultar en la página de turismo de Bodø los horarios, cómo los de las mareas en cualquier ciudad costera.) Espero poder verlo antes de volver a España.
Hablando del maelstrom me he acordado de Scila y Caribdis y pensando en ellos he revivido las sensaciones que he tenido hace una media hora cuando estaba en cubierta. Es de noche, oscuras nubes cubren el cielo y una luna casi llena se escapa por entre sus rendijas iluminando los islotes, los farallones y las montañas de las islas Lofoten, entre las que estamos navegando. El mar es una mancha negra, densa, con ese movimiento que le hace parecer un ser vivo, que parece dotarle de respiración. Enfrentado al silencio (porque hay sonidos que también son el silencio, el mar es uno de ellos) y a la oscuridad no es raro pensar en criaturas tentaculares que reposan en ciudades dormidas en el vientre de esa oscuridad acuática. Hace unas semanas recuperé mi interés por Lovecraft. Gracias a Carpenter y su The Thing que me dejó con ganas de más terror a bajo cero lo que me llevó a Más allá de las montañas de la locura, la novelita lovecraftiana que forma un triángulo con el Gordon Pym de Poe y La esfinge de los hielos de Verne. La lectura de ésta me llevo a querer releer los cuentos y completar con aquellos que aún no había leído del creador de Cthulhu y compañía. Todo esto, miren ustedes por dónde, al tiempo que se cumple el setenta aniversario de la muerte del genio de Providence (festejado por todo lo alto por Claudine, de modo que todos los interesados en este autor tienen una cita obligada con ese blog.) ¿Casualidad?
Todo este rollo sólo para decir que navegar entre peñascos en la oscuridad me ha hecho pensar en las historias de terror de Lovecraft relacionadas con el mar. Me las he traído cómo lectura, al igual que a Hodgson, cultivador (y según algunos cima) del terror marítimo. Por que estas cosas hay que leerlas aquí, en mitad del mar y no en la estepa castellana.


Las Lofoten y las Vesterålen las estoy viendo prácticamente de noche y cómo os contaba en los párrafos anteriores, tiene su siniestro encanto eso de sólo apreciar oscuras masas que se destacan en la oscuridad generalizada. Pero a la vuelta las recorreremos de día y, aunque distinto, tendrá también su encanto poderlo ver a la luz del día.
Acabamos de pasar por el Raftsundet, entre las islas de Hinnøya y Autsvågøya (que pertenece, ya, a las Vesterålen) Es un estrecho de unos, se me da muy mal calcular distancias, 1oo-2oo metros de anchura y entre nube y nube se veía la fantasmal luz verdosa de la aurora serpenteando. Creo que es difícil de superar.

2 comentarios:

Gemita dijo...

Desde luego ha de ser fascinante leer los cuentos de Lovecraft en un paraje como ese que describes y no en la playa de Benidorm, como lo hice yo, en la que el único peligro este verano eran las medusas.
Por cierto, que me encanta leer tus crónicas, aunque no siempre deje comentarios y hoy pensé que estas hecho para algo como esto, para escribir literatura de viajes, y que ese lugar está hecho para ti.
Gracias por acordarte de mi cumple aunque estés en el otro lado del mundo!

saudade dijo...

puede que el lugar esté hecho para mí, lo que no sé es si yo estoy hecho para este lugar...