31.3.07

¡Cómo no!

Algo me tenía que pasar. Lo sabía... Es matemático: intentar viajar en este país y que pase algo raro.
Sigo sin saber qué ha pasado exactamente.
Sólo sé que yo reservé viaje para el día 31 de marzo de 2oo7 y que me hicieron la reserva a bordo del MS Trollfjord.
Ayer a las o4.25 de la madrugada, sin embargo, el barco que atracó en el puerto fue el MS Richard With a bordo del cual me informaron que mi barco llega en la madrugada de hoy, es decir de mañana.
No sé de quien es culpa. Pero tampoco me quita el sueño, cojo el barco hoy y santas pascuas. Aunque, bueno, en realidad si que me quitó (y me quitará) unas cuantas horas de sueño, que eso de que sea a las o4.oo de la madrugada es un poco putada...

30.3.07

Bueno, os dejo lectura para rato. Racionadla, que hasta dentro de una semana no creo que vuelva a escribir. Hoy a las o4.oo cojo un barco que me va a llevar de puerto a puerto de la costa hacia el norte, hasta Kirkenes en el extremo nororiental del país. El sabado que viene llego, si no me come una orca por el camino.

De hoy tengo dos cosas que contaros.
Una es que he jugado al hockey. Sin patines, pero bueno. Eran partidos profesores contra alumnos; yo no soy profesor de nadie pero aún así he jugado. Uno me ha aplastado contra la pared y luego yo le he clavado el stick (o cómo se llame) a otro en las costillas. Ha sido sin querer, tengo testigos.
Y la otra es que en Noruega la primavera es una rastrera y una mentirosa. Llevabamos toda la semana con un tiempo estupendo, que me hacía desear haber dejado el abrigo en España y hoy, de repente, nieve y granizo. Está claro que no te puedes fiar de la primavera. Por eso me gusta más el invierno, te da lo que esperas de él y cuando hay sorpresas siempre son buenas.

29.3.07

Sandnessjøen (día 21 de febrero a las 13.3o)– Bergen (día 22 de febrero hacia las 17.oo o las 18.oo)

Si recordáis os conté que el día que salía hacia Bergen fue uno de los más fríos, hablando a mi vuelta con E. me contó que habían dicho que con el viento y la nieve y esas cosas la sensación térmica rondaba los treinta y pico o cuarenta bajo cero.
¿Os parece exagerado? Apunte pedante (o pedorro, como queráis llamarlo) yo creo que la temperatura rondaba los 15º bajo cero, y hacía mucho, mucho viento, mucho, de verdad. Para que la sensación térmica descienda de a los treinta o cuarenta se necesitan vientos de unos 5o kilómetros por hora. Y yo creo que los hacía, estoy convencido por que también me han contado que al día siguiente cerraron el puente y cortaron el servicio de ferris por motivos de seguridad.
Así cuando después de eso (y de unas veintiocho horas de viaje) llegué a los 7º positivos de Bergen, me parecía que estabamos de veranito.
Debo a la conjunción, no de espejos ni enciclopedias en este caso, sino de ese fuerte viento, del piso resbaladizo, del peso de mi maleta, de cierto desnivel en la calle y, porque no decirlo de mi propia torpeza, la primera caída y la rotura, a modo de recuerdo del cristal de mi cámara de fotos.
El viaje hasta Bergen tiene cuatro etapas: autobús hasta Mosjøen, tren hasta Trondheim, tren hasta Oslo y finalmente un tercer tren. Este último trayecto entre las dos principales ciudades del país dicen que es uno de los más espectaculares del mundo. Yo no puedo opinar porque no lo he hecho: el día anterior había descarrilado un tren y nos hicieron bajar en Gol y coger autobuses para ir a Bergen. Si el viaje en tren da unas vistas parecidas a las del viaje por carretera estoy de acuerdo en que puede ser uno de los más bonitos, sobre todo en primavera supongo: atravesando montañas, bosques, bordeando fiordos... Digo que en primavera debe ser especialmente bonito porque en todas las montañas, bastante escarpadas, se veían enormes estalactitas de hielo donde, probablemente, se formen cascadas y todo esté verde, en vez de blanco y los lagos sean límpidos espejos, aunque también tiene su gracia que todo lo cubra un manto blanco de nieve y hielo. No hay mal que por bien no venga, el autobús es mucho más incomodo que el tren y el viaje se alargó dos o tres horas pero el recorrido mereció la pena y pasamos por Flåm, un pequeño pueblo al borde de un fiordo, que quería ver pero que el tren dejaba a un lado y paramos en Voss durante un cuarto de hora, lo justo para ver un enorme edificio de madera (un hotel) y dar un paseito al lado del fiordo congelado.

Bergen


Capital del condado de Hordaland y con una población de unos 25o.ooo habitantes es la segunda ciudad en importancia del país. Un cuarto de millón de gente viviendo en una ciudad no está mal, pero en Bergen, como parece ser la norma en toda Noruega las ciudades son pequeñas a la vez que grandes. Grandes porque están muy extendidas(no abundan los edificios altos); pequeñas porque lo que es el centro se recorre en media hora.
A la mañana siguiente de llegar salimos, R. y yo, a solucionar unos papeleos suyos (ya no recuerdo si te dije que no iba a contar que habías perdido el pasaporte, por si acaso no lo hago) tras lo cual ella se piró a currar y yo me quedé solito recorriendo las calles de esta ciudad.
Durante la Edad Media un grupo de comerciantes alemanes crearon la Hansa, una especie de asociación repartida por varias ciudades, no sólo en Alemania: se extendió por parte de Inglaterra, los Países Bajos, Noruega... Era un grupo bastante poderoso, tanto que incluso declaraba guerras, y de su paso por Bergen queda lo que hoy en día es la atracción turística numero uno: el Bryggen (especialmente desde que la UNESCO lo declarara Patrimonio de la Humanidad.)
Se trata de un conjunto de edificios que la Hansa utilizaba como oficinas, almacenes... Al ser de madera el conjunto ha ardido varias veces y ha sido reconstruido otras tantas. Lo mejor del bryggen no es tanto sus fachadas (decoradas con algún elemento que da nombre al edificio como einhørninget (el unicornio), el ciervo, hay una que tiene sobre el dintel una cabeza trifronte, es decir, con tres caras, otra con un marinero que levanta un hacha...) como la parte de atrás un dédalo tridimensional, repleto de escaleritas, pasajes, y recovecos. Tal es así que la resistencia lo utilizó cómo cuarteles generales durante la II Guerra Mundial, y les funcionó, porque los alemanes no consiguieron encontrarles. En la actualidad albergan restaurantes y tiendas, pero también oficinas.
Siguiendo el puerto llegamos a un par de construcciones medievales, que por ser de piedra sí que han sobrevivido a los incendios: la torre de Rosencarl, perdón, Rosenkrantz, y la nave de Håkon. Se puede pasear por los alrededores y desde los restos de muralla de la fortaleza se tienen unas bonitas vistas al mar, pero el acceso a los edificios... ¡SORPRESA! En invierno no están abiertos. Así que seguí caminando por la ciudad sin destino fijo.
Es una ciudad, su centro al menos lo es, muy bonita. Hay muchas cuestas, muchas callejuelas que serpentean y de las que salen nuevos callejones más estrechos que los anteriores dándole ese aspecto laberíntico que a mí tanto me gusta. Es bonita en general, pero la verdad es que no hay demasiado que destacar, algunas iglesias, el teatro con la estatua de Ibsen, el monumento a Ole Bull, un famoso violinista... pero nada realmente llamativo.
Otra de las supuestas atracciones turísticas es el famosísimo mercado de pescado. Quiero pensar que en verano la cosa está más animada, porque lo que es ahora... Una carpa y cuatro (uno, dos, tres y cuatro) puestos vendiendo pescado y bocatas de gambas o salmón. También te ofrecen muestras de salmón ahumado o de ballena. Pobre ballena, ser el animal más grande del mundo y acabar sus días junto a los arenques y las sardinas.

El sábado por la mañana nos fuimos el sector ibérico: R., P., el portugués, y yo a ver Fantoft una stavkirke: una de esas iglesias de madera vikingas decorada con dragones y motivos paganos. Es una pasada, en mitad del bosque, sin nadie alrededor... Estaba cerrada por supuesto, y rodeada de una valla metálica para evitar que se repita el incendio provocado de la iglesia. Pero hay para quien las vayas no significan nada y quiso sacarse la foto al lado de la iglesia haciendo sonar la alarma y llevándose de recuerdo un precioso 7 en sus vaqueros. Menos mal que no se trataba de ningún pirómano por que la cantidad de policías y bomberos que acudieron a la llamada fue entre cero y ninguno.
Desgraciadamente no puedo poneros fotos mías de esta iglesia: las hice con la cámara de R. Y no las ha incluido en el DVD que hemos hecho con las fotos de todos. Pero tomo prestada una de P. para que la veais.


Y después de Fantoft P. y yo nos fuimos a ver el Kunst museum. De los tres edificios de los que consta, por falta de tiempo y porque se empezaba a notar el hambre, sólo vimos los dos primeros. Uno de ellos dedicado prácticamente al interiorismo y la decoración decimonónicas. El otro era de arte moderno y contemporáneo. En cuanto a este último, lo de siempre: cosas interesantes e idas de olla que no hay por donde cogerlas (al menos para mi) y en cuanto al arte moderno: Munch, Picasso (¿Cómo no? Si no tienes media docena de picassos colgados no puedes ser considerado museo de arte moderno) aunque también tenían algunos paisajes de Dahl y cía. muy bonitos, con mucha técnica “¡Uy si se le pueden contar los pelos a la vaquita!” pero que a mí no me van demasiado. De nuevo no puedo poner fotos sobre el museo porque, misterios de la vida, han desaparecido en el paso de la cámara de R. al DVD. Si lees esto, que supongo que lo estarás haciendo, y tienes las fotos en algún rincón del portátil... pásamelas, anda.
El domingo, por cuestiones que contaré en la siguiente entrada, subimos R. y yo al Floyen uno de los sietes montes que cual colinas latinas rodean a la ciudad. Se puede subir en funicular, a pie siguiendo unos caminos perfectamente marcados o pie atajando entre los caminos. ¿Qué elegí yo?

Las vistas desde la cima del monte sobre la ciudad y el fiordo son realmente bonitas. Como muestra:

Norröna


Es el nombre del barco que nos llevo hasta Islandia y nos trajo de vuelta a Bergen. De Noruega zarpaba a las o8.oo o las o9.oo, lo hizo a las oo.oo. Llegamos con una hora de antelación al puerto, como nos habían dicho y nos encontramos con que ni hay gente ni hay barco, sólo un papelito que explica que debido al mal tiempo el barco está retrasado y que para más información llamemos a un número de teléfono. Lógicamente llamamos y nos topamos con una grabación en un inglés indescifrable que mezcla todas las fechas y no aclara nada. Tras mucho pensar, aburrirnos mucho, que A. cogiese una estrella de mar para A. y que en dos turnos la gente se fuera al 7/11 más cercano a tomar un café conseguimos contactar con un nuevo número y tras presionar un poco que este nos diera el del propio barco. Así pues llamamos al barco y nos comunican que el retraso es de tan sólo dieciséis horas. (Gracias a este retraso tuvimos tiempo de subir al Floyen.)
Tras pasar el día en Bergen el barco salió, retrasado pero salió. Consecuencias del retraso: la parada a la ida en Thorshavn, capital de las Feroes se acorta todo lo posible y no nos dejan desembarcar; llegamos a Islandia con retraso y perdemos unas horas, las necesarias para poder haber cogido algún autobús que nos llevase fuera de la ciudad.
El viaje en barco: mucho agua. Pero es una pasada, nunca había viajado en barco e impresiona mucho verte completamente rodeado de agua; se aprecia, incluso, un poquito la curvatura de la tierra.
Nuestro grupillo fue de los pocos que durante la travesía estaba en cubierta. No era agradable porque hacía mucho frío y muchísimo viento pero era muy divertido. Y mirando a popa desde la proa del barco podías ver como oscilaba arriba y abajo por las olas. Si este mamotreto metálico de unos 1o pisos de altura se movía así ¿Cómo sobrevivirían las cascaras de nuez de los veleros? ¡Qué ese trayecto se lo hacían los vikingos remando en sus drakar! Igual, por ser más pequeños, tenían más estabilidad. Creo que leí algo sobre esto en La isla del tesoro, pero no lo recuerdo. Si hay algún marinero en la sala, por favor que se presente y nos aclare la duda.
Lo más espectacular del barco era cuando entrábamos o salíamos de tierra, porque tanto en las Feroes como en Islandia el barco pasaba por fiordos o por estrechos. La salida de las islas, de noche y con luna o llena o casi en plenilunio y pocas nubes me gustó mucho, la noche dota a todo de un encanto especial.


La salida de Islandia también fue “especial” no tanto por la belleza del paisaje (aunque belleza tenía) como por las extrañas maniobras, virajes y marchas atrás que estuvo realizando el barco durante casi media hora.
Entre las Faeroes y Noruega hay docenas de plataformas petrolíferas que al ir no pudimos ver por hacer el trayecto de noche pero que al volver pudimos contemplar tranquilamente. Vivir ahí, perdido en mitad de la nada debe ser muy duro. Pero cómo seguro que la mayoría os habréis tragado la última de Coixet os podréis hacer una idea... Yo no lo he hecho y la única película en la que recuerdo algo de plataformas petrolíferas es en Rompiendo las olas.


p.d.: se me olvidaba contar algo de lo que A. está especialmente orgulloso y es que al zarpar, desde cubierta, le hizo un calvo a la Princesa de Noruega.

Islandia


Y quien dice Islandia dice Seyðisfjörður. Debido al retraso del barco no podemos coger ningún bus pero en la oficina de turismo nos proponen una excursión para esquiar, dándonos todas las facilidades del mundo. Pero no lo hicimos. ¿Motivo? Las personas (no doy nombres, pero os aseguro que yo no estoy implicado) que hablaban con la mujer de la oficina de turismo no cayeron en que ya no estabamos en Noruega y calcularon el precio en base a las coronas noruegas, no a las danesas, cuando éstas tienen diez veces menos valor. No recuerdo el precio de la excursión pero poned que si costaba 3o € (creo que era más o menos eso) se calculo que eran 3oo... ¡Casi nada! Cuando nos dimos cuenta de la metedura de pata fue demasiado tarde y nos quedamos atrapados en Seyðisfjörður.
Tras ir al hotel dimos un paseo por el pueblo y por la carretera hasta que empezó a anochecer. Es muy bonito, pero os aseguro que llega el momento en que tanta montaña, tanta nieve y tanto hielo empieza a cansar y pierdes la capacidad de sorprenderte y de admirarlo. Y yo llevo viendo montañas, nieve, hielo y cascadas desde que estoy en Noruega.
Cuando volvimos del paseo ya había caído la noche y en la ladera de la montaña habían encendido un luminoso con el nombre de la ciudad que ya lo quisiera para sí Hollywood.

Aprovechando que la nieve abundaba y que no teníamos nada mejor que hacer los tres alemanes que venían y yo, cómo representante de la península, nos pusimos a hacer un muñeco de nieve, de ser un señor, pasó a ser un gato y tras la intervención de A. pasó a ser una gata, una gata a la que, por cierto, le gustaba el Bailleys.



Por la noche vimos una peli. En el hotel tenían un cajón lleno de DVDs que podías coger para ver en tu habitación. Cómo cuando eligieron ellos una peli que ver en Bergen me hicieron ver no sé que parte de American Pie con sutiles insinuaciones conseguí que viéramos una que yo quería ver: Eternal Sunshine of the Spotless Mind, o, como se ha llamado en España, Olvídate de mí, de Gondry, con guión, cómo no, del genial Kaufman. Llevaba con ganas de verla de nuevo desde que vine aquí y cuando la vi en la caja empecé a dejar caer lo buena que era esa peli y blablablá. No sé si les gustó o no... Ni siquiera sé si al final la entendieron o me decían que sí sólo para que dejara de darles el coñazo. Lo achacaremos al cansancio. También habíamos cogido los tres padrinos con la sana intención de hacer un maratón cinematográfico esa noche, pero cuando a los 15 minutos de empezar sólo quedábamos dos despiertos y no estabamos en mi habitación decidí retirarme y dejar que la gente durmiera tranquila. Ya me haré yo el maratón una noche de estas.


Con la tripa llena por el desayuno de buffet libre, incluido en el precio del hotel, nos fuimos a dar otro paseo por el pueblo y sus alrededores. Hay una guía en la que te explican cada tipo de construcción de las casas de madera y te cuenta la historia de alguno de los edificios. Según paseábamos iba leyendo un poco de ella, eso es lo más “cultural” de la visita a Islandia.


Después de hacer unas compras y recoger las maletas fue el momento de embarcar y decir adiós a Islandia. Bueno, más bien hasta luego, porque todos, yo al menos, nos quedamos con ganas de volver y poder recorrer un poco el país: ver un glaciar, algún géiser y darnos un bañito en aguas termales... Prepárate Islandia: ¡Volveré!

Thorshavn


Es la capital de las Islas Feroe y su nombre significa Puerto de Thor, su escudo es, como veis, la mano de Thor empuñando a Mjolnir. De las dieciocho islas que componen el archipiélago se encuentra en Streymøy, la mayor de ellas.
Sólo estuvimos unas horas en la ciudad, pero suficientes para poder pasear y verla casi del todo, que tampoco es que sea tan grande.
La economía de las islas se basa en la pesca y en la cría de ganado lanar. En uno de los monumentos de la ciudad, un obelisco que conmemora quién sabe qué tienen alrededor un par de ovejas y un carnero y algún que otro ganso.


No es una ciudad de monumentos, no hay nada especial que ver, simplemente la ciudad y, creedme, es bastante. Es una ciudad preciosa como todas las de los países nórdicos está compuesta por casas bajas de madera, cada una de un color y muchas con hierba en los tejados. Se supone que sirve como aislante térmico, suaviza las temperaturas tanto en invierno cómo en verano.
Bueno, si habéis leído hasta aquí estaréis cansados y hartos de mí. No os cuento rollos y os dejo con las imágenes:

El agua en estos paises es muy límpida, más si tenemos en cuenta que estabamos en un puerto: ni una mancha aceitosa, e veía el fondo con tanta claridad que podías distinguir un lenguado tumbado a la sombra de un barco.

Bergen – Sandnessjøen

Tras pasar un fin de semana más en Bergen (al fin la, también, famosa lluvia de Bergen hizo acto de presencia, justo mientras estaba en la calle esperando a R.) me volví a casita. Tras las consabidas 24 horas de viaje con, como no podía ser de otra forma, sorpresas incluidas.
Al poco de salir de Bergen el tren comenzó a hacer extrañas paradas en mitad de la nada, estaba unos minutos parado y arrancaba. En una de ellas dijeron que había algún tipo de problema técnico y que en cuanto encontraran un medio de transporte alternativo nos avisarían. Al final parece que el problema se soluciono por qué el tren volvió a arrancar sin más. Pero ahí no acabó la cosa... Tras el problema con el tren surgió el problema con las vías: demasiada nieve. La maquina quitanieves tuvo que ir delante de nosotros durante buena parte del trayecto por las montañas. Y no sé por qué el tren estuvo parado casi quince minutos en mitad de un túnel enorme (llevábamos unos cinco minutos recorriéndolo y tardamos otros tantos en salir una vez se puso en marcha) rodeados de oscuridad, con una montaña sobre nuestras cabezas... el sueño de cualquier claustrofóbico.
Con todas estas eventualidades el tren acumuló un retraso de unas dos horas. ¡Problema! El tren que yo debía coger para ir hacia el norte salía sólo cuarenta minutos después de la llegada “oficial” de este. Eso es una hora y veinte minutos antes de la llegada efectiva. Cómo tras varios incidentes que no he relatado (cómo la desaparición del camarote de la bolsa de regalos que había comprado en Islandia y que quien limpiaba el camarote dijo haber confundido con basura) había aprendido eso de que “quien no llora no mama” en cuanto vi al revisor lloré y me explicó que había unos pocos más en mi misma situación y que no me preocupara que estaban intentando encontrar una solución.
La solución consistió en bajar en una estación en la que había un taxi esperándonos para llevarnos a otra estación (la del aeropuerto internacional) en la que el tren que subía al norte tenía parada a las 23.46. A las 23.45 llegamos al aeropuerto y corrimos con nuestras maletas para alcanzar el tren.
Después de tantos contratiempos me quede frito en el tren y ni me enteré del viaje hasta Trondheim, unas siete horas.
En la estación de Trondheim vi a Papa Noel, pero no le hice ninguna foto. Lo flipante es que cuando volví la semana pasada a Trondheim le volví a ver y esta vez, con más miedo que vergüenza le intenté hacer unas fotos. Disculpad lo mal que sale, peor no quería que me viera haciendole fotos, que si no al año que viene me deja sin regalos...


Y ya está. Después de Trondheim y de otras tantas horas de viaje llegué a mi casita y dediqué el resto de la semana de vacaciones que tenía por delante para hacer el vago. Sí podía haber escrito todo esto durante esa semana, pero la dediqué a ver pelis, series, a leer y a rascarme la barriga, ¡anda que no mola rascarse la barriga!

16.3.07

perdonadme...

Soy un desastre... tengo el blog abandonado.
Empecé a escribir la crónica del viaje a Islandia, pero no la terminé. He estado muy ocupado estos últimos días, muy ocupado y muy vago a la vez... Me he visto un montón de películas en vez de contaros como me fue por el país de Björk.
Lo malo es que hoy a las oo.oo me voy otra semana de viaje, cuando vuelva prometo ser bueno y escribir y poneros fotos de todo.
Y ya estoy planeando mi próximo viaje para semana santa: 1o días para recorrerme Nordland, Troms y Finmark, los tres fylke (condados) del norte; creo que va a ser un pelín caro, pero bueno, hay que aprovechar que estoy aquí, ¿no?