Tras pasar un fin de semana más en Bergen (al fin la, también, famosa lluvia de Bergen hizo acto de presencia, justo mientras estaba en la calle esperando a R.) me volví a casita. Tras las consabidas 24 horas de viaje con, como no podía ser de otra forma, sorpresas incluidas.
Al poco de salir de Bergen el tren comenzó a hacer extrañas paradas en mitad de la nada, estaba unos minutos parado y arrancaba. En una de ellas dijeron que había algún tipo de problema técnico y que en cuanto encontraran un medio de transporte alternativo nos avisarían. Al final parece que el problema se soluciono por qué el tren volvió a arrancar sin más. Pero ahí no acabó la cosa... Tras el problema con el tren surgió el problema con las vías: demasiada nieve. La maquina quitanieves tuvo que ir delante de nosotros durante buena parte del trayecto por las montañas. Y no sé por qué el tren estuvo parado casi quince minutos en mitad de un túnel enorme (llevábamos unos cinco minutos recorriéndolo y tardamos otros tantos en salir una vez se puso en marcha) rodeados de oscuridad, con una montaña sobre nuestras cabezas... el sueño de cualquier claustrofóbico.
Con todas estas eventualidades el tren acumuló un retraso de unas dos horas. ¡Problema! El tren que yo debía coger para ir hacia el norte salía sólo cuarenta minutos después de la llegada “oficial” de este. Eso es una hora y veinte minutos antes de la llegada efectiva. Cómo tras varios incidentes que no he relatado (cómo la desaparición del camarote de la bolsa de regalos que había comprado en Islandia y que quien limpiaba el camarote dijo haber confundido con basura) había aprendido eso de que “quien no llora no mama” en cuanto vi al revisor lloré y me explicó que había unos pocos más en mi misma situación y que no me preocupara que estaban intentando encontrar una solución.
La solución consistió en bajar en una estación en la que había un taxi esperándonos para llevarnos a otra estación (la del aeropuerto internacional) en la que el tren que subía al norte tenía parada a las 23.46. A las 23.45 llegamos al aeropuerto y corrimos con nuestras maletas para alcanzar el tren.
Después de tantos contratiempos me quede frito en el tren y ni me enteré del viaje hasta Trondheim, unas siete horas.
En la estación de Trondheim vi a Papa Noel, pero no le hice ninguna foto. Lo flipante es que cuando volví la semana pasada a Trondheim le volví a ver y esta vez, con más miedo que vergüenza le intenté hacer unas fotos. Disculpad lo mal que sale, peor no quería que me viera haciendole fotos, que si no al año que viene me deja sin regalos...
Al poco de salir de Bergen el tren comenzó a hacer extrañas paradas en mitad de la nada, estaba unos minutos parado y arrancaba. En una de ellas dijeron que había algún tipo de problema técnico y que en cuanto encontraran un medio de transporte alternativo nos avisarían. Al final parece que el problema se soluciono por qué el tren volvió a arrancar sin más. Pero ahí no acabó la cosa... Tras el problema con el tren surgió el problema con las vías: demasiada nieve. La maquina quitanieves tuvo que ir delante de nosotros durante buena parte del trayecto por las montañas. Y no sé por qué el tren estuvo parado casi quince minutos en mitad de un túnel enorme (llevábamos unos cinco minutos recorriéndolo y tardamos otros tantos en salir una vez se puso en marcha) rodeados de oscuridad, con una montaña sobre nuestras cabezas... el sueño de cualquier claustrofóbico.
Con todas estas eventualidades el tren acumuló un retraso de unas dos horas. ¡Problema! El tren que yo debía coger para ir hacia el norte salía sólo cuarenta minutos después de la llegada “oficial” de este. Eso es una hora y veinte minutos antes de la llegada efectiva. Cómo tras varios incidentes que no he relatado (cómo la desaparición del camarote de la bolsa de regalos que había comprado en Islandia y que quien limpiaba el camarote dijo haber confundido con basura) había aprendido eso de que “quien no llora no mama” en cuanto vi al revisor lloré y me explicó que había unos pocos más en mi misma situación y que no me preocupara que estaban intentando encontrar una solución.
La solución consistió en bajar en una estación en la que había un taxi esperándonos para llevarnos a otra estación (la del aeropuerto internacional) en la que el tren que subía al norte tenía parada a las 23.46. A las 23.45 llegamos al aeropuerto y corrimos con nuestras maletas para alcanzar el tren.
Después de tantos contratiempos me quede frito en el tren y ni me enteré del viaje hasta Trondheim, unas siete horas.
En la estación de Trondheim vi a Papa Noel, pero no le hice ninguna foto. Lo flipante es que cuando volví la semana pasada a Trondheim le volví a ver y esta vez, con más miedo que vergüenza le intenté hacer unas fotos. Disculpad lo mal que sale, peor no quería que me viera haciendole fotos, que si no al año que viene me deja sin regalos...
Y ya está. Después de Trondheim y de otras tantas horas de viaje llegué a mi casita y dediqué el resto de la semana de vacaciones que tenía por delante para hacer el vago. Sí podía haber escrito todo esto durante esa semana, pero la dediqué a ver pelis, series, a leer y a rascarme la barriga, ¡anda que no mola rascarse la barriga!
5 comentarios:
Me he tragado todas las últimas entradas de una vez y me han molado. Guay, guay!! Aunque lo mejor fue vivirlo, eh? Sólo una duda existencial. Por qué A., P., A. y R.? Cómo distinguir a Anja de Arne? Por qué mantenernos en el anonimatoooo?? Un abrazo!! R. :P
Y bien que hiciste. Ya pensaba que te había comido una orca. ¡Sobredosis de Peñaaaaa!
Lo de las iniciales ... no sé me ha dado por ahí, serán esas cosas que hacemos los borrachos sin darnos cuenta.
Lo de la orca... no, no me ha comido ninguna. Pero tiempo al tiempo que añana a las o4.3o me embarco de nuevo hacia el norte del pais: un viajecito de ocho días recorriendo toda la costa.
Espero no tardar tanto en contaroslo como esta vez.
:)
Esto de las iniciales me recuerda a las cartas de kafka, siempre con las iniciales, mucho suspense. :-) y lo de rascarse la barriga, que envidia me das. Tienes vacaciones o que? Desvela el secreto! me uniré a la secta que haga falta! Un besote, bea
Sacabó¡¡¡ genial, me lo he leido de un tirón y qué bien que lo cuentas... y qué bonito esto,bueno, me voy a ver Betty la Fea:P
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