30.1.07

Herøy

Fue la semana pasada, el jueves. Una profesora de español, me escribió un mail contándome que se había enterado que estaba por aquí y que si me apetecía ir un día a sus clases. Herøy (pronunciado Haroy, con la h aspirada) es otra kommune (como ayuntamiento, municipio o algo así) de aquí al lado formado por unas, según me dijeron los niños de la clase, nueve mil islas e islotes que en total no deben de superar los setenta kilómetros cuadrados ni los 2ooo habitantes.
Para llegar a Herøy tuve que coger un bus a las o7.15, lo que supuso levantarme a las o6.oo. No sería demasiado madrugón si no fuera porque la noche anterior me dormí hacia las o4.oo, cuando los simpáticos obreros que estaban trabajando en la casa dejaron de dar martillazos, de utilizar sierras eléctricas y de pasearse por una casa en la que, al ser de madera, cualquier pisada, cualquier ruidillo resuena un montón. El bus me llevó hasta Søvik, una zona al sur de la isla desde donde salen los ferrys que van a Herøy. El ferry no salía hasta media hora después de que el autobús me dejara abandonado en el muelle desierto y azotado por un gélido viento. Me refugié en una casetita en la que hacía casi el mismo frío que fuera, pero estaba llena de grafittis y al menos me entretenía leyendo. Alguien había escrito en español "Hola, ¿cómo estás?" también había algunas pintadas del tipo "Fulanito, estuvo aquí" dos de ellas del día 15 de diciembre; muchos corazones atravesados por una flecha y con los nombres de la parejita dentro y una pintada que me hizo sospechar que Pablo habría podido pasar por ahí (si no lo has hecho aquí vive tu doble): Alguien, por el tipo de letra una chica, había escrito algo así como "Mi padre me dijo que si tenía un sueño debía perseguirlo, se podría hacer realidad" y otra persona, con otro tipo de letra, había añadido a la frase, en inglés, "Mi sueño es comer pollas." Esa frase es de Pablo, ¿a que sí?
Cómo os iba diciendo que cogí el ferry y me fui a Sud-Herøy. Al bajar del barco el viento me venía de frente y era tan fuerte que no podía ni avanzar, y además como se me metía la nieve en los ojos, con gafas y todo, no veía nada... No sé cómo pero conseguí llegar al aparcamiento donde me esperaba el marido de la profesora para llevarme hasta el instituto.
En la clase de español de Herøy hay nueve niños de trece años. Randi, la profesora, lo tenía todo organizado: no era una clase normal era un no-sé-cómo-lo-llaman que consiste en que todas las horas lectivas del día se dedican a una sola asignatura. Después de que me presentara, les enseñase en el portatil las fotos de mis padres, de Javi, de Eva y de mi Lunita (así repasaban el vocabulario de la familia) y de la ronda de preguntas que me hicieron les distribuyó en grupos y les puso a trabajar; ella y yo íbamos de grupo en grupo revisando y ayudando a los niños. A la hora del lunsj (hacía las 12) hicimos un parón. Los niños y Randi habían estado cocinando el día anterior para que comiéramos todos juntos: pizzas pequeñitas, salmón, ensaladas y de postre tarta de chocolate y plátanos rebozados con helado :) Estaba todo buenísimo, sobre todo los postres. Yo les lleve una tortilla de patata que les encantó. Quedaron cuatro trocitos de tortilla y cuando estábamos recogiendo la mesa los iba a tirar cuando una de las niñas se me acercó gritando "¡NO!" Cogió una tarrina que había por allí y se guardo los cachitos de tortilla para llevárselos a casa.
Después de la comida les puse un vídeo del Cuentacuentos, la serie de Jim Henson que echaban cuando eramos pequeños. ¿Os acordáis de ella? Les puse Los tres cuervos y cómo no entendían mucho español lo iba parando cada poquito para explicárselo, aunque entre lo poco que entendían y las imágenes sí que podían seguir la historia bastante bien.
Tras las clases Randi me paseó por algunas islitas de Herøy y me llevó a coger el ferry a Dønna, otra isla desde la que me dejaba a cinco minutos de mi casa, sin necesidad de coger autobuses ni nada.
Lo pasé muy bien, los niños muy simpáticos (estuve jugando con ellos al futbolín y al billar) la profesora también y hablaba bastante bien el español.

Chispón.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay pequeños clones de Pablo deambulando por todas partes!
Y echo de menos esas barbaridades q me escandalizaban al principio y q luego me hacian reir tantísimo!
Gema

Anónimo dijo...

jo peña
qué bonito tío
y la niña se llevó las miajas de tortilla a casa! Buaaaaaaaaaaa

Vagabunda Dharma dijo...

Sí, pero imagínate que se le olvida que la tortilla estaba allí y días después se la comen ella y su familia y les entra salmonela... de todos modos, leer tus crónicas es super emocionante siempre¡¡¡

Anónimo dijo...

Que bueno, el cuentacuentos! Tienes episodios? Tienes que pasarmelo! Por cierto, estoy a ver si quedo con Pablo, que esta aqui al lado, se la como de tu parte?

Rocío dijo...

El nombre del día raro es Blokkdag ( se pronuncia así, el cómo se escribe ya no lo sé). Ay, esa tortilla de patata a la vallisoletana!! Que conste que en una semana te tocará hacerla en Bergen, eh? ;)

Ernesto Schutz dijo...

Que buen relato.